La realidad que hoy busca en la educación superior con relación al desarrollo territorial se corresponde con la revisión acerca de su incidencia en la construcción de una visión territorial del desarrollo. En este sentido, “la educación no puede, de modo alguno, quedar regida por reglamentos e instituciones previstas para el comercio, ni por la lógica del mercado” (UNESCO, 2008), dado que en la medida que el currículo reconozca desde lo formativo un territorio específico avanzará con mayor trascendencia, superando enfoques explícitos de cobertura y construyendo un sentido transformador de un desarrollo local en un ambiente de individuación.
El desarrollo no es meramente un asunto institucional, es un reto de la institucionalidad y de una presencia estructurada, donde pueda leerse el territorio como carta suprema en el contexto de la sostenibilidad de las relaciones que contienen a la pertinencia como campo. (La educación superior es entonces un eje articulador). En este ambiente enunciativo se expone la necesidad de interrelacionar la triada entre reflexión con conocimiento, desarrollo con saber y territorialidad con poder (responsabilidad de la educación superior en el entorno y contexto de su acción transformadora).